Chales, ayer si que fue uno de esos días extraños. Me he dado cuenta de que a veces uno no sabe ni que carajos pasa en su vida, eso me sucedió ayer. Como siempre estuve toda la mañana aburrido en el trabajo, realmente no tuve nada que hacer más que bobear en la red. Como se supone que los miércoles entro tarde a la escuela mejor me fui a comer a mi casa, el tráfico estaba horrible y el calor era insoportable como seguramente será hoy, comí tanto que me quedé totalmente dormido, después de dormir un poco me fui a la escuela y cuando llegué me pregunte realmente ¿qué chingados hago aquí? Lo digo porque no había nadie, al menos nadie de la gente con la que suelo estar, ni Diana ni el Chino ni la Pandrosa ni nada, entonces asumí que realmente estaba ahí para perder mi tiempo, tiempo que bien pude haber ocupado en seguir durmiendo. El reloj marcó las ocho de la noche y nada, la otra clase estaba por comenzar y en el salón solo estábamos tres personas, sólo tres, que del carajo. Pues como no tenía ganas de hacer nada pero realmente lo que se dice nada, el profe y nosotros comenzamos a platicar y propuse, solo por tentar al destino, no dar clase e irnos a echar un trago, cual fue mi sorpresa que esa idea pegó, neta que ni yo me la creí y que conste que no soy un alcohólico, solamente soy algo excéntrico. La cosa fue que el mismo profe, el buen Escribano, todo un conocedor y exquisito del cine, propuso irnos a ver el partido de las poderosas chivas a una cantina que esta cerca de la escuela, la conocida “30 30”, debo confesar que es un lugarzazo, con dos chelitas de aproximadamente 30 varitos cada una te sirven de comer y el ambiente esta muy chido y alivianado, pero antes de llegar a ese lugar pasamos al depa del profe por sus habanos y un poco de varo, no tenía idea de que el Escribano viviera cerca de allí y valla que departamento, esta harto chido, hay muchas esculturas de la muerte y de las calaveras con una estética muy mexicana, simplistas y a la vez jocosas, la catrina cuelga de la pared con sus huesos redondeados, también tiene muchos alebrijes coloridos y simpáticos, junto a su televisión tiene uno de un metro de altura que parece un gremlin, tiene muchas pinturas de su ex mujer, pinturas de una plástica oscura, en la sala hay un sofá cama que se ve muy bueno para aventarse unas chelas y tiene varias curiosidades de la cartonería mexicana, a leguas se ve que es un departamento de un artista y si no lo es, lo pretende muy bien. Sin embargo, de todas aquellas curiosidades lo que más llamó mi atención fue una pequeñísima vitrina que colgaba de un costado de la puerta, estaba decorada con flamas y en su interior habitaba un pequeño diablito, en su exterior figuraba la leyenda de “Yo no soy el diablo de tu infierno”, se me hizo muy cotorra pero me puso a pensar mucho en mi, creo que yo no soy el diablo de mi infierno y que realmente no lo quiero ser, creo que ya estoy un poco cansado de ser el guerrero de batallas ajenas pero bueno, ese tema lo retomaré en otro escrito, por ahora hay que dirigirnos a la cantina. Justo cuando íbamos llegando alguien llamó al cel del Mauricio, eran más de mis compas, el chino ya estaba presente, el nabo no se dejó esperar, también estaba la mismísima Sandrita y otra que no mencionaré, entramos pues al lugar y la neta me la pasé muy chido con la banda y el profe, hablando de los tiempos de antaño sobre mesas que seguramente han escuchado un sin fin de pláticas de borrachos, vasos donde se han derramado muchas lágrimas en virtud de las mujeres y donde seguramente también se han hecho miles de promesas entre camaradas, profesionales del tabaco encendido, profesionales del pubis y funcionarios de la cerveza. El partido entre la chiva y el tuzo terminó en un emocionante empate a unos y nos dispusimos a salir para alcanzar el metro ya que nadie traía un varo más. El chino, el nabo y yo tomamos nuestro camino de siempre, íbamos muy tranquilos platicando y al chino se le ocurre la magnífica idea de orinarse en la calle, el típico arbolito escondido, pero ni tan escondido porque ni nos dimos cuenta cuando nos cayo la tira, mendigos policías devenidos de las sombras, ya saben, nos la hicieron cansada, que faltas a la moral, que educación cívica, que madre y media, obviamente querían varo pa´l refresco, cosa que hubiéramos hecho si tuviéramos pero la neta es que andábamos bien rotos, así que se llevaron al chino a la patrulla y no hicimos más que acompañar al nuestro carnal, discutimos un rato en la patrulla para ver si nos daban chance y funcionó, nos vieron tan jodidos que nos dejaron ir, cosa muy prudente para ellos porque ni modo de llegar al juzgado llevando a un wey sólo por orinarse en la calle, el comandante seguramente le hubiera dicho al poli que es un pendejo, hay cosas más importantes. Nos fuimos caminando por insurgentes y tomamos el metro, ellos se bajaron en juanacatlán y yo hasta tacubaya, subí a mi camión y para no variar traía las rolitas rancheras del chente Fernández, como me pegaron en ese momento tan bohemio en el que estaba, fue entonces cuando tuve la siguiente reflexión, todo se conjugó, las chelas, la cantina, el arte, el carnalismo, el fútbol, la música del chente y por supuesto las mujeres, no cabe duda que al trago todo le concierne, el trago no respeta condición social ni jerarquías, todo se soluciona mediante el trago, no respeta ni edad ni sexo, al contrario, los apega más y los hace cómplices. No hay duda que si no hubiera mujeres no hubiera cantinas, el ambiente es tan suyo que empiezo a creer que no son lugares para hombres, más bien son lugares para que hombres compartan sus penas y de preferencia con una mujer, con aquella mujer tan insoslayable de la que no somos más que su fiel esclavo, realmente somos eso, un esclavo de nuestra mujer, un perro fiel que está ahí, siempre a la espera del mandato para mostrar nuestra fidelidad y nuestra lealtad, embajadores del trago, siempre rebasados por el amor y el sentimiento, pequeños cúmulos de sentimiento arraigado envueltos en trozos de carne idiota.
CALAVERA 7 LUNAS. ... y en lo más recóndito del corazón, te quiero... |