una virtud
A fuerza de recibir madrazos de las personas a las que se ama (y miren que yo he recibido muchos), uno termina por cansarse de ser siempre el damnificado, llega un punto en el que te dices no más por mero respeto propio, realmente te cansas de ser siempre el tapete de los demás, el inmolado, la víctima propiciatoria de la película. Agota, agobia, harta jugar siempre el papelito (el papelazo) de engañado, de burlado, de pisoteado. La autoestima se va por los suelos y es cuando uno busca las respuestas entre los sorbos de una botella de tequila o de lo que se tenga a la mano, el amor propio desaparece cada vez que uno permite que la otra persona lo humille mediante el expediente de la infidelidad. Porque uno nunca lo ve, siempre esta entre la discrepancia de los hechos y las bromas fortuitas que juega la mente de uno, prometiendo un milagroso cambio de la otra persona, un cambio que seguramente nunca llegará. Luego experto como lo he sido a lo largo de mi vida en el fino arte de servir de costal de boxeo para la diversión de más de dos mujeres con vocación de rudas malamadre, he decidido romper con el enfermizo círculo vicioso en el cual he vivido durante muchos años, he decidido dejar de ser el cuerpo del delito para transformarme en el cuerpo del deleite, todo esto es para abandonar el rol pasivo de quien ve con angustia como el ser amado le embarra en la cara a sus amasios, ah como duele carajo, arde cual limón con salsa valentina sobre una profunda herida, y lo peor, es que uno la mayoría de las veces no puede hacer nada al respecto. La fórmula es tan simple y tan sencilla, tan obvia me avergüenza no haberla descubierto antes. Siempre ha estado frente a mis ojos y nunca pude, nunca quise o nunca supe verla. En una relación, esencialmente no hay más que dos sopas: ser el esposo, el novio, la pareja oficial... o el amante. Si se elige el primer aspecto, lo más probable es que con el tiempo se termine por padecer de infidelidades y deslealtades cortesía de la media naranja. Será uno el clásico cornudo y la verdad, lo digo por experiencia, resulta de lo más mediocre y doloroso, quedas saturado por el fétido olor de la mierda de la mentira que se te impregna hasta volverse tufo. En cambio, si se opta por la segunda alternativa, la de ocupar el lugar del amante, entonces las cosas cambian de sobremanera. Por principio de cuentas uno llega a una relación ya establecida y sabe a que le tira, es decir, uno tiene ciertos beneficios y ciertas prohibiciones y si es que se ejerce con coherencia este papel, se sabrá que tales beneficios y limitaciones corresponden inversamente a los que se le delegan a la pareja oficial. Se acepta que la persona a amar ya tiene a alguien a su lado y al aceptarlo, se dejan de sentir ciertas cosas tan horrendas, desgastantes y desagradables como son los celos, la desconfianza, la incertidumbre, la zozobra, sentimientos y sensaciones que desembocan en amarguras, tristezas, angustias mil hasta que un día te descubres frente al espejo con canas, tremendas bolsas de bajo de los ojos acompañadas de ojeras por no dormir y sobre todo, te descubres infeliz. La situación resulta mucho más saludable. Cínica, si, pero saludable. Lo importante es, sin embargo, no llevar el enamoramiento al otro lado. Un amante no solo puede amar, debe amar a su pareja clandestina aunque esto no se cumple en todos los casos. En algunos solo se limita a mera complacencia carnal y eso esta bien, muchas veces es mejor querer que amar, también se evitan muchos problemas cuando ambas partes convienen en tener una relación basada únicamente en el sexo, siempre y cuando ambos sean responsables. Lo que no se debe permitir es convertirse en el nuevo novio o la nueva pareja oficial. Eso tiraría todo por la borda, ya que acabaría por tener celos del compañero legítimo de su amada y todo se derrumbaría con estrépito. Eso es mucho trabajo para tirarlo a la basura por un sentimiento mal manejado. De ahí la importancia que reviste tener plena conciencia de que se es amante y que de ahí no hay porque moverse. ¿y para qué moverse, si como amante uno puede desbordarse, regodearse, apasionarse, combinar con sabiduría el amor con el sexo, sin limitaciones y sin pudor alguno? Si el peor enemigo de una relación es la rutina, el amante tiene la ventaja de no convivir diariamente con la otra persona. Nada de que si dejo abierta la puerta del baño, nada de que hoy tengo que ir a verla, nada de que llegas tarde, nada de que uno tenga que pedir permiso para salir con los amigos, nada de que no me caen los amigos de mi novia, nada de que tengo que presentar buena imagen ante la familia de ella, en cierta forma y hay que grabarse esto muy bien, ese es el tesoro más preciado entre nosotros, los solitarios y amantes, es que si quieres vas y si no pues no vas y chingue a su madre quien sea. Así de fácil. El amante puede evadir todo eso y dedicarse completamente y en sus cinco sentidos al arte exquisito de la seducción, de la persuasión, de los juegos eróticos, de la más deliciosa promiscuidad sin culpas. El secreto está en no exigir ni querer compromisos. El único lazo que debe unir los amantes es el del presente, el del momento que se está viviendo, el de los instantes (breves o prolongados) que se pasan juntos, sin pensar en el futuro, sin tratar de atar al otro porque finalmente eso es lo que siempre buscamos, atar al otro, estamos educados bajo el canon de la pertenencia y siempre buscamos hacer que nos pertenezcan los demás cual automóvil que se compra, creo que por eso duele la infidelidad, porque es justo ahí cuando la pareja te demuestra que no es tuya, que nunca lo ha sido y que nunca lo será, aunque esté contigo. Es preferible pasar esos momentos juntos, deleitablemente juntos, sin pensar en el futuro, sin querer capturar al otro. Dos amantes deben ser dos individualidades que se funden sola y únicamente en forma efímera y nada más, así esa calidad efímera dure semanas, meses o años. Ser amante de una, de dos, de cinco (depende de la capacidad amatoria y del tiempo disponible de cada quien) no es cuestión de moralidad sino, simplemente, de pasarse al lado de quienes deciden dejar de ser mártires de las relaciones sentimentales. Incluso, ser un buen amador y hacer que las amantes se sientan satisfechas, complacidas, gozosas, puede hacer que éstas lleven una mejor relación con sus parejas oficiales. Es una labor de buenos samaritanos que hasta debería ser agradecida, pero lo más importante es que se trata de quererse a uno mismo y a partir de ahí, proporcionar, repartir con generoso afán ese amor entre otras personas que lo necesitan y que desean alejarse de sus grises y rutinarias vidas maritales y quejumbrosas. Ser o no ser cornudo. Ser o no ser cornador. He ahí los dos dilemas. |
Pues bien, aqui estoy, no se si quieras el comentario aqui o lo prefieras por mail, pero despues de tantos mails que te mando supongo que al estar aqui le dara un toque nuevo.
Interesante teoria la que manejas, no puedo decir que me convenza del todo porque en algunas cosas me cae la pedrada y por el otro lado llama mi atencion.
Siempre es mejor opcion la de ser quien pone el cuerno y no al que se lo ponen, aunque para ser justos si me lo llegaran a poner preferiria no enterarme y mantener mi felicidad, una vez sabiendolo la confianza queda reducida a patrañas. (jaja quisiera ser un pez jaja esa cancion me da risa)Bueno, en lo que estaba, ciertamente hay muchas ventajas de una relacion de este tipo pero tambien hay desventajas, el caso es que si ambos estan de acuerdo y ponen sus condiciones bien expuestas desde un principio podrian ser una feliz pareja de tres, donde cada uno busque y encuentre su felicidad a su manera y formar entre dos lo que es el ideal de ideales. Aunque no se como que la palabra amante me significa que es una relacion unica y exclusivamente carnal y eso si que me da flojera, quiza soy demasiado complicada y quiero hacer todo a la medida, no lo se pero seguramente hace unos meses no pensaba igual que ahora y seguramente mañana pensare diferente a hoy. Bueno, tengo trabajo esperandome asi que aqui dejo mi comentario ya lo discutiremos despues.