La libertad de mirar el atardecer que yo quiera.
"Que el equipaje no lastre tus alas, que las verdades no tengan complejos, que el fin del mundo nos pille bailando..."
Sencillamente es la libertad. La libertad de decir lo que quiero aunque a veces eso me ha puesto en apuros, ya saben: -por decir lo que pienso sin pensar lo que digo, más de un beso me dieron y mas de un bofetón- La libertad de escribir lo que quiero, también eso me ha traído muchos problemas, quizá no todo mundo está preparado para leer lo que escribo, pero créame querido lector cuando le digo que lo hago sin ganas de ofender a nadie, simplemente es lo que creo que ocurre en este mundo desprovisto de justicia. La libertad de pensar lo que quiero y en lo que quiero, y a propósito de pensar, he estado pensando que hay personas que ni siquiera se dan esa libertad, la de pensar lo que quieran. Sin embargo, la libertad de la gente siempre es individual y he aquí el origen de esta gran confusión. Lo que para mi significa libertad (no meterme en la vida de los demás, por ejemplo) para ti puede significar una mediocridad senil. Por otra parte, lo que para ti pudiera significar libertad (cagar en el elevador, en el patio de la escuela, en el cofre de un Mercedes) para mi lo único que significa es una asquerosidad pendeja. Siempre he tratado de ejercer mi libertad en la misma medida que un pájaro callejero ejerce la suya, como quien viaja hacia dónde sus ojos le indiquen, como el mismo pájaro que en medio de esta ciudad incoherente aún es capaz de desplegar las alas y volar hasta el cable que se le antoje. Ese es el tipo de libertad por el cual apuesto. Me cago en la libertad que pregonan los políticos y los libros de historia, con todo respeto, pero la verdad es que nunca he creído que la libertad llegó en la fecha de independencia ni mucho menos después de alguna supuesta revolución, tampoco creo en que ahora tengo la libertad de votar por el candidato que mejor me parezca pues no me parece ninguno. Me cago en ese tipo de libertad. Por libertad entiendo cosas que yo puedo hacer, cosas pequeñas, quizá insignificantes, nada del otro mundo: emborracharme por el simple hecho de que quiero hacerlo y no porque el alcohol me lo pida de manera imperativa, llamar por teléfono a una mujer a las dos de la mañana (y de paso echar a perder la “amistad” o el amor), escribir unas cuantas fallidas y jodidas líneas, hacer un intento de dibujo o trazar unas cuantas líneas esbozadas para mi próxima pintura que nunca terminaré, renegar de los valores en los que fui criado, desear a la mujer de mi prójimo, treparme la mochila a la espalda y salir sin rumbo conocido, a donde la carretera me lleve, burlarme de las parejitas que se casan por la iglesia, sacarle la lengua a las mujeres guapas que siempre van del brazo de un idiota que nunca soy yo, no sé, ese tipo de cosas, meras simplezas o puras pendejadas según el enfoque que se le quiera dar. Esa es la libertad por la que peleo, esa es la causa por la que siempre pongo la cara, la misma libertad que ejerce un pendejo cualquiera. La libertad que aducen las figuras ejemplares no existe. En ese sentido llego a comprender algunas cosas. Entiendo entonces que los primeros que restringen esa libertad siempre son los progenitores. Hay veces en que no puedes escoger ni el color de tu recámara porque se te avientan encima: que cuando se ha visto una recámara de franjas blancas y azules, que cuándo se le ha ocurrido a alguien pintar su habitación con huellas de perro o con los colores de su equipo favorito. Que desde cuando, que desde cuando, que desde cuando. Chinga. Los segundos que restringen la libertad son los profesores. Todo lo que uno hace por si mismo les parece mal. Si uno escoge sus propios libros te mandan a la chingada; si no quieres participar en los trabajos estúpidos de grupo te reprueban, si se te ocurre otro experimento para demostrar lo mismo pero de mejor forma, no, eso no existe y si existe entonces eres el hijo del diablo. En pocas palabras, si no eres dócil, si no te dejas manipular, si tienes ideas propias, quedas fuera. Los terceros que restringen la libertad son los parientes. Que tu tía no se de cuenta de que no fuiste a la escuela porque ahí va con el chisme en chinga, que la abuela no te escuche decir puras pinches putas hijas de su rete chingada malamadre de leperadas porque te llama la atención, recuerda que la misión de los parientes (como la de todos los represores) es hacerte a su imagen. Deta cuenta lector y verás que no miento, la gente no quiere que seas libre ni que decidas por ti mismo. Y sin temor a equivocarme puedo decir que los cuartos que restringen la libertad, y de alguna manera son los más severos, son las parejas. El varón, el padre, el amigo, el hombre que alguna vez se mostraba liberal y hasta se enojaba porque a las féminas siempre las traían en chinga con los permisos y salidas, el tipo que decíase respetuoso de la mujer, ese mismo, una vez casado o juntado se convierte en el defensor a ultranza del machismo. Una vez con su mujer segura, le empieza a hostigar el machismo a punta de madrazos. Por otro lado está la diferencia abismal entre la “amiga” en principio y después la novia oficial. No siempre se cumple pero la mayoría de las veces es así y que los compas digan si miento (¿o no mi chino? jajaja). Mientras que al principio era alivianada, buena vibra, que comprendía y aceptaba tus excesos, que te emborracharas, que te fueras a las hermandades con el carnalismo a flor de piel, luego por alguna razón desconocida se transforma, se convierte, en esa otra, la pareja oficial, la novia esquina esposa, la que después y con el tiempo te darás cuenta de que lo único que quiere es joderte la vida. Ya no acepta nada, que fulano le cae mal por esto, que tu compa, el que los presentó, es muy borracho, que si ya te vas otra vez con tus “amigotes”, que muy en el día de las hermandades necesita que la acompañes a lugares sin importancia, ¿qué si vas a dónde?... estás pendejo, y de repente te descubres faltando incluso a los cumpleaños de lo que alguna vez fue tu banda, eso si que es sacrilegio. De prontó se volvió huraña, desconfiada, enojona, mandona. A todo le ve peros. ¿En dónde quedó aquella mujer jaladora? Ya valió madre. Pero fuera de todo eso, lo peor es cuando uno se jode su propia libertad, cuando te come la desidia, cuando te aborda la razón, cuando el miedo te infecta la piel, eso si que es jodido. ¿Cuántas cosas nos perdemos por el miedo? ¿Con cuántas ganas nos hemos quedado bajo los ojos por no tener el valor de atrevernos a hacerlo en el momento preciso? Esos segundos no regresan, lo único que regresa son los reproches mientras que la libertad se va apagando en los límites de la monotonía. Siempre me ha gustado sorprenderme haciendo cosas que ya había olvidado que podía hacer o cosas que creí nunca podría. Alguna vez me pregunté: ¿y ahora qué sigue?. Una vez que he cumplido mi propósito ya no sé que hacer, y entonces tuve una nueva revelación. Lo siguiente que hay que hacer es trazarse un camino propio y seguirlo hasta el final del mundo si es preciso, a eso le llamo una libertad verdadera. Giallo Ishambao. Dedicado a alguien que me ha hecho pensar. Gracias , ya estamos un paso más cerca del fondo. Noviembre 2005... |