Me levanto a las diez de la mañana y preparo un desayuno nutritivo, consiste en un par de empanadas y un vaso de leche, con eso espero aguantar hasta la comida. Limpio un poco la cocina para matar tiempo mientras que Rita se asoma por la ventana para pedirme el desayuno. Todo pinta para un día tranquilo y he dejado de ser Jona el afligido para convertirme en Jona el viajero.
Pongo un disco de La renga y salgo al patio para limpiar los restos del asado antes de que esto se llene de gatos.
Salgo a la calle, solitaria como siempre desde que llegué, me dirijo a tomar el tren y el sol del medio día empieza a joderme, paro en un Cyber para revisar el mail y me entretengo platicando con Diana, el abuelo y Consuelo, les platico de lo mucho o poco que hay por acá aunque a mi ya se me hace más rudimentario que novedoso, quizá ya me estoy acostumbrando. Después de un rato subo al tren para bajarme hasta la terminal, es decir, en el centro de Buenos Aires. El paisaje cambia poco, hay más gente y más edificios viejos y tristes, los colectivos abarrotan las calles y por un momento me siento como en casa, empiezo a sospechar que me he hecho adicto al ruido y al tráfico de automóviles.
Es entonces cuando decido caminar para conocer rincones de la ciudad que aún desconozco y poco a poco me voy internando entre calles frías y llenas de comercios, los aparadores futboleros acaparan mi atención y los ojos se me quieren salir al ver tantas cosas que podría comprarme, para mi es la locura, es como estar en un sueño.
Me detengo en la esquina y me compro una Quilmes de lata, me siento en una banca en la plaza de la facultad de medicina y disfruto de mi cerveza viendo pasar a las mujeres más guapas que mis ojos hayan visto antes, mujeres que deambulan en un desfile infinito de bellas figuras y que pronto se van uniendo a mi olvido. Sigo caminando por la avenida Córdoba y Úrsula me viene a la memoria, me hubiera gustado recorrer estas calles con ella que también merece estar aquí. La tarde va cubriendo las calles y el viento se torna frío, gélido, el sol ya no hace más efecto y el hambre empieza a golpearme el estómago, es momento de buscar algo de comida porque hoy no tengo ganas de cocinar, ahora entiendo a mi madre en su labor de cocinera, es difícil estar en la cocina los siete días de la semana.
Me aviento un choripán y otra cerveza, después de todo hay que aprovechar el buen precio pues quien sabe dónde encontraré cervezas por cuatro varos. Es cuando se aparece otra mujer para atenderme, para no variar también es muy guapa y el gafete con su nombre me hace gracia, me saca una tímida sonrisa pues dada mi situación me parece irónico, será que el Thruman me siguió hasta acá o será solamente mi paranoia.
Salgo para seguir caminando de regreso a la estación del tren, habré caminado por lo menos unas 25 cuadras y fue una buena tarde a pesar de todo, por momentos dejé de pensar en casa y en todo lo que deje para ver lo que tengo en frente, compró algunos discos de regreso y espero un poco en la estación para abordar el tren que aún no ha llegado, más chicas guapas en los andenes, la verdad es que he comprobado que la canción de la Bersuit tiene toda la razón al asegurar que aquí están las mejores minas del mundo, por desgracia no soy ningún adonis y en ese sentido yo seguiré pasando desapercibido.
Lo único bueno de este tren es que aquí si puedo ir bebiendo chela y mejor aún, hay vendedores que suben ofreciendo las latas por solo dos varos, eso en méxico es inimaginable pero por si eso fuera poco, también está permitido fumar dentro de los vagones y me refiero a que se puede fumar de todo, así que enciendo mi cigarrillo de los sueños y destapo mi última lata de cerveza, soy todo un adicto y vicioso, que le voy a hacer. Voy mirando el paisaje nocturno que me ofrece la ciudad, calles olvidadas pasan como una vieja película fugaz, algunas leyendas en los muros y paredes carcomidas por el tiempo, muchas historias diferentes pasando frente a mis ojos, cuanta verdad, cuanta mentira y cuantas palabras.
A lo lejos se escucha una canción que me ha marcado en estos días, también tiene algo que ver conmigo: ¿en qué lugar habrá consuelo para mi locura? ¿esta agonía con que se cura? Si el final es en donde partí. Llegó a mi destino y aún tengo que caminar las últimas calles para llegar a casa, mi nueva casa que no es mía pero que con el tiempo ya la siento propia abro la puerta y no hay nadie, como de costumbre, supongo que en un rato más llegará Hernán con las chelas de última hora, las últimas por hoy y después de un rato mientras pasan el de River – Corintians las sospechas se confirman, ahí está el negro con las chelas en la mano.
Así es como termina mi día, así es como termina el Miércoles por aquí, no me queda más que dormir con mis pensamientos y esperar el nuevo día, no sé que haré mañana pero ya algo se me ocurrirá. Seguramente me tocará estar solo, solo como nunca, solo como siempre. Por cierto, el nombre de la chica del choripán es paradójico, que se llama “SOLEDAD”. ¿no les parece irónico?... La vida tomò muchas vueltas y nos llevó por caminos diferentes Giallo. Septiembre 2005... |
