...Y Manu Chao le dio el sentido.
"Quizá toda la música, incluso la más reciente, no sea un descubrimiento, sino algo que resurge de donde estaba sepultado en la memoria, inaudible como una melodía grabada en un surco de la carne".(Jean Genet)
Hubo un tiempo en que era otra persona completamente diferente a la que ahora escribe, así es ooh querido lector, la cuestión acá es comenzar por descubrir (quizá sea redescubrir) todas aquellas influencias que me han cambiado en algún aspecto de mi vida, por ello hoy quiero escribir una especie de tributo a este singular personaje, aquel conocido como “el ciudadano del mundo”, Manu Chao.
¿Por qué Manu? Bueno, aún recuerdo el día que escuché por primera vez el “clandestino”, la primera vez que esa singular e inconfundible voz taladró mi cabeza, ocurrió mientras estaba en el cine mirando “Todo el poder”, y entonces ocurrió, la rolita me gustó tanto que decidí investigar todo acerca de Manu y su locura, su delirio, su estilo y su ideología de viajero, fue entonces cuando mi vida cambio y supe lo que quería hacer de ella, tuve una revelación y entendí que eso también podría ser para mi, recorrer lugares diferentes, conocer culturas y costumbres distintas, ponerme una mochila al hombro y recorrer la tierra debajo de mis pies sin un rumbo conocido. También tiene una razón de ser, tiene un sentido el hecho de escoger una vida errante, ese hecho se define en que siempre he creído, al igual que Manu, que la mejor escuela de la vida es poder viajar y por eso de vez en cuando me arriesgo, por momentos viajo, porque solo así entendemos otros aspectos distintos de la vida, otras cosas que no existen bajo los ojos inmediatos de la vida rutinaria, para mí, el hecho de no viajar o de no conocer algo nuevo a cada día representa la virtud que tiene el hastío para hacerme caer, el hecho de no aprender algo nuevo es el pretexto necesario para que nos coma la desidia, para que nos absorba el abandono.
En el mundo de Manu todo viene revuelto, tiene un sabor de mezcla cultural, su estilo y estética se asemejan a folclóricas postales sudacas para turistas suecos, frases místicas que no dicen nada y dicen todo a la vez, en el mundo de Manu lleno de frases sin final nada tiene explicación, y eso es porque todo ya comenzó pero nada ha terminado. Entre el Tercer y el Primer Mundo, entre el underground y lo establecido, ha forjado durante casi 15 años una carrera que algunos espectadores ahora asemejan con la de Bob Marley. Hubo un tiempo en que Manu Chao pasaba desapercibido. Cualquiera se lo podía topar en cualquier calle, fiesta tradicional o antro de alguna población carioca, senegalesa, catalana o colombiana, y sentarse a conversar con él por largo rato, casi hasta que el tabaco, la cerveza o la marihuana hubiesen llegado a su final. El Chao del 93, el que alguna vez pisó San Cristóbal y llegó a Bogotá a montar un circo de tatuadores, malabaristas y músicos sobre rieles llamado “El Expreso del Hielo” es, sin duda, un personaje diferente al que hoy promocionan los medios internacionales a raíz de la salida de su primer álbum en vivo con la banda Radio Bemba, titulado “Manu Chao Radio Bemba Sound System”. Con muchos más años encima, más dólares, más presentaciones por el mundo y más camisetas de fútbol que el anterior, el Chao de hoy -valga la redundancia- no es el mismo intérprete clandestino que, incluso, hace algunos años apareció de nuevo por Suramérica para promocionar su primer disco después de la disolución de Mano Negra.
Algunos lo ven como la nueva primera súper estrella del Tercer Mundo, otros se atreven a considerarlo el Bob Marley moderno del Primero. En ambos casos, críticos y fanáticos tienen en común el hecho de relacionarlo con el tipo de fiesta diversa, pluricultural y a veces caótica que sólo es viable en un crisol social donde la pobreza, el parloteo embriagante de la cumbia, el lamento lánguido y ruidoso de la ranchera y la pasión desbocada por el fútbol, son capaces de convivir y tolerarse en un espacio de dos metros cuadrados. Algunos periodistas -que en su época de estudiantes en la facultad de comunicación auxiliaron a Chao y Mano Negra para pintar el Expreso del Hielo o que, tiempo después, elogiaron su álbum en solitario- declaran, contrariamente, que el manto estelar que hoy cobija al otrora clandestino ha creado un Manu Chao más consecuente con el público del Primero que del Tercero. Un Chao presto a saldar el hambre de world music -o de postales folclóricas sobre nuestra peculiar cultura mestiza- que ha invadido a los no mestizos en regiones como Europa; y que al parecer lo ha alejado -por consiguiente- de un compromiso serio frente a la difusión desinteresada de la cultura latinoamericana, la misma que -sin discusión- ha dado vida y forma a su vendida obra discográfica.
Que si Chao favorece a los primeros o a los terceros, sin embargo, no es la cuestión -ni el argumento absoluto- que mejor describe su carrera. Su relación con las tradiciones culturales de los pueblos mestizos, negros o indígenas del mundo ha sido estable y profesional durante los casi 15 años de su trayectoria oficial. Es su relación con la industria musical la que ha cambiado abismalmente -la forma en que ésta y los medios que la legitiman promocionan su música y su vida- y eso prueba por qué en su actual ascenso no es fácil que cualquiera se pueda topar con él en cualquier calle, fiesta tradicional o antro del mundo bajo.
Sin embargo y después de todo, Manu no se daría a conocer sino hasta la disolución de Mano Negra, su antiguo grupo musical francés que no lo era del todo, era una mezcla de músicos con nacionalidades diversas, tal y como ahora lo es “La Radio Bemba”. Desde un punto de vista no general, Casa Babylon, el inesperado adiós de Mano Negra con una gran repercusión de ventas, terminó sentando gran parte de las bases desde las cuales Manu Chao reaparecería cinco años después bajo el título de Clandestino (1998, también editado por Virgin). De algún modo, Chao retomaba el sistema de hits de Mano Negra -discursos zapatistas, imágenes de ungüentos y mentoles de la suerte, transmisiones de emisoras fronterizas en AM, historias polvorientas e ilegales; pero también incluía una completa serie de crónicas de carretera y tonadas cálidas fabricadas durante los cuatro años que sucedieron al deceso de Mano Negra, cuando el cantante y guitarrista, montado en un jeep sin rumbo fijo, decidió darle una vuelta más a África y América del Sur.
No había, sin embargo, más de un par de periodistas interesados cuando Manu Chao reapareció en Bogotá, en 1998, llevando bajo su brazo una copia promocional de su primer álbum en solitario, Clandestino. Lo acompañaban tan sólo una grabadora con un casete de Willie Colón y un músico francés de los que hoy conforman Radio Bemba, y quienes llegaron a entrevistarlo lo hicieron en un café de una zona céntrica y típica bogotana, que el propio Chao osaba conectar con otras de sus regiones preferidas, en un autógrafo que dejó sobre la mesa en ese encuentro: 'De Cariri (Brasil) a La Candelaria (Bogotá). De casita en casita. De sueños en sueños. De realidad en realidad... En equilibrio precario... Siempre ilusionado... siempre alumbradito'. Como una premoción, el Manu Chao del año 2000 tuvo, a su lado, más que un introvertido escudero francés o una grabadora de rapero neoyorquino. Chao seguía paseándose las mismas urbes tercermundistas en ruinas, alojándose en hoteles céntricos de mala muerte y recorriendo laberintos de drogas e indigentes como El Cartucho -deprimido sector bogotano donde hace un par de meses se produjo un atentado terrorista con cilindros bomba; pero las miradas que acompañaban sus pasos eran otras. Manu, el hijo del escritor Ramón Chao, el artista que había montado algunos otros circos de teatreros errantes, músicos de pueblos e improvisadores verbales como La Feria de las Mentiras (en Santiago de Compostela, España), ya no necesitaba recorrer 1.700 kilómetros por el nordeste brasileño para tener toda la bendición de los mass media. Con sólo tres canciones promocionales en radio (Clandestino, Desaparecido y Mama call), el ex líder de Mano Negra fue montado en el expreso caliente de la fama, por una crítica enardecida que necesitó de dos años para poder comprender su primer álbum en solitario.
Chao, tras la barra de su bar en Barcelona (La Última Ola) sonreía y respondía cordialmente a las preguntas que se le hacían en esa fecha, y aunque no recordaba exactamente lo que había dicho dos años atrás en Bogotá durante la charla en La Candelaria, entendía que su historia como músico definitivamente había cambiado, quizás en complicidad con el cambio del milenio y de los titulares de prensa. Días después, incluso, y de vuelta a La Última Ola, ya había quienes tomaban la vocería a su nombre, anunciando nuevas giras por el mundo, predicando sobre la llegada de un posible premio Grammy o prediciendo el éxito que -como posteriormente sucedió- tendría su segundo álbum en solitario, Próxima Estación: Esperanza.
Algunos días después de llenar a tope la Plaza de Cataluña en el Festival de La Mercé, Manu Chao y Radio Bemba cerraban en París (Francia) la gira mundial de Próxima Estación: Esperanza, cuyas cifras de asistencia (1 millón de personas), ventas de discos, críticas y merchandising han sido de las mejores en toda la historia de un artista francés, español o latinoamericano, tres de las geografías con las que más se ha relacionado su carrera. En París, la noche del 17 de septiembre de 2001, Chao llevó a cabo además la grabación del que actualmente constituye su primer álbum en vivo después de Mano Negra, Manu Chao Radio Bemba Sound System, un disco de 29 canciones y 70 minutos que además de resumir en un solo tirón los 120 conciertos que él y su nueva banda dieron por tres continentes durante tres años, resume buena parte de la vida y obra del versátil franco hispano que alguna vez, tal como lo explicó en La Mercé, cayó en manos de la música de Bob Marley, 'esa cadencia medicinal capaz de hacerse entender ante cualquier cultura del mundo'.
Por encima de los 40 años de vida, sin hablar demasiado de sus cifras de ingresos y sin saber si algún día volverá al oficio de servir tragos en La Última Ola; Manu Chao reconoce que en este punto de su carrera es más fácil saber de él por Internet, que merodeando los lugares que antiguamente frecuentaba.
Cuando en las calles nadie duerme y el corazón se despierta.
"Queremos 'poemas que maten'. Poemas asesinos, poemas que disparen. Poemas que afronten policías en los callejones y les arrebaten las armas." (Amiri Baraka)
Recuerdo haber analizado una canción de un tal Adrian Belew (líder de Crimsom Krim), llamada "1967", alguna vez la escuché por casualidad y me gustó tanto que me llegó la necesidad de investigar de lo que se trataba. En ese texto sonoro (una bellísima canción dedicada a los Beatles), descubrí muchísimas oraciones que variaban radicalmente entre ellas. Es decir, en una misma canción convivían ritmos diferentes, a diferentes velocidades, con varios cambios modales y tonales, con instrumentaciones completamente distintas y motivos diferentes, desarrollados también de diferente manera. Es como decir que en una misma canción convivían varias. Me pareció sencillo indicar las diferentes secciones en cada cambio, pues en un primer momento parecía que estaba comenzando siempre una nueva canción, un nuevo discurso. Pero cuando escuchaba de corrido la cinta, la sensación no era de fractura sino de un todo que me transportaba por diferentes estados. Sentí que la coherencia de toda la obra permanecía incluso en sus cambios más radicales, que la canción era un obra íntegra, una existencia sin partes, o con partes que en el todo habían perdido su forma individual.
Fue entonces que, mirando por el aparador de una tienda de discos allá en Buenos Aires lo vi, por primera vez, un compilado de recitales de Manu en DVD, sin dudarlo lo compré y vaya sorpresa, es maravilloso y desde ahora uno de mis más preciados tesoros. En ese disco descubrí muchas cosas acerca de lo que hoy me influencia, la magia del show no es sólo su música sino también la emoción del encuentro con un público que esperaba esta visita. En las dos horas de recital Chao y Bemba avanzaron con un impacto musical de alto alcance y lograron un clima en el que era imposible mantenerse quieto o sin cantar. En algún momento subieron al escenario los familiares de los presos políticos de la Tablada para hablar de la huelga de hambre que estos están llevando a cabo. Simbiosis estereofónica entre su discurso y las bandejas de sonidos de Sound of System, emblemático colaborador de Chao, intermitente en todo el show. Y enseguida más molotov musical, mezclas de cantos, "maradó, maradó...", se confundían o crecían, "como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar...", intercalados al propio Chao anunciando "próxima estación...". Todo en simultáneo, todo contrastado y fusionado. Las Madres de Plaza de Mayo con Hebe al micrófono, los pañuelos inundando con su luz un estadio repleto de sudor y manos en alto saltando porque "el que no salta, es militar", y más Chao y Bemba "por la carretera", una guitarra de Argelia que desmaya de sutileza y virtuosismo; una banda afiatada, muy afiatada. Naturalmente, el discurso del Sub Comandante Marcos, portavoz de la lucha del EZLN, sobre un fondo de sonidos sampleados. Más música (sí, más), HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), y "arriba la luna, ohea"... Alguien me dijo "vas a ver que la música no para nunca, en todo el show". Más que eso, la intención no para nunca, el sentimiento no para. Los guiños de Manu con su gente son constantes y por momentos se pierde noción de cual de todas sus canciones esta taladrando el aire y el alma. La mágica y constante variedad de estímulos que nace de su música es imposible de subdividir en partes. Es difícil decir siquiera que interpretaron canciones, porque en todo caso, todo el show fue una inmensa canción. Me es imposible seccionar un compacto emocional tan contundente y poderoso.
... Y quizás lo más gratificante es que esos códigos también se traducen en una actitud. Así como esta música vivida no se fractura, no tiene secciones, (aunque si una inmensa diversidad), cuando en su vida pública Chao se compromete con una u otra causa aquí y allá, cuando toca en la calle y cuando se convierte (le guste o no) en un portavoz político y popular de una ideología libertaria, también esta cantando la misma canción.
Chao en vivo me terminó de enseñar esta forma de hacer música. Desde 1996 cuando escuché por primera vez "AmériKa Perdida" de Mano Negra (y ahora que encontré una amarillísima remera de la banda), sellé fidelidad por su música. La música de Manu Chao habla de un mismo sentimiento, que ya no necesita palabras porque cotiza en calidad humana. El sentimiento late en las calles, las de Buenos Aires, las de Barcelona o las de Nicaragua, las de Tijuana o las de San Cristobal, no importa, todo va por la misma ruta. Las canciones que nos recordó (leí una teoría que dice que todo esta inventado, que sólo existen los buenos o malos "recordadores") han encontrado buena tierra para florecer. Y no importa que haya 16 temas en un disco, o que su banda ahora se llame Radio Bemba, que mañana toque en Chiapas o en París, el mensaje que subyace a todo su trabajo es Uno y es de todos.
Si en cada acción, canción, narración, se plasman sentimientos sinceros, cada espacio al que se arriba se llena de significado. Abrir esos espacios a las palabras sinceras, hacer presentes las voces que le dan real sentido al camino, es sacar el escenario y tender un puente. En "Luna y Sol" (Clandestino, Manu Chao) una voz pausada y segura dice "Hermanos y hermanas de otras razas y otras lenguas o aquel a cuyas manos se acerque este manifiesto, que lo haga pasar a todos esos pueblos.”
Hoy no lo sé de cierto, quizá nunca vea a Manu y su Radio Bemba en vivo, quizá los vea el próximo año tocando en Francia, no lo sé. Lo único que si sé, lo único que tengo claro es que este singular personaje y toda su filosofía es la que hoy por hoy, tiene una gran influencia sobre mi y es por ello que quiero compartirlo contigo lector, quizá a ti también te cambie un poco la visión. Por momentos me gusta pensar que todos tenemos algo de ese Manu, un viajero errante por dentro, una filosofía Chaocesca de la pluricultura y el conocimiento perpetuo de cosas nuevas e impensadas, de ser así entonces no estamos tan perdidos, después de todo a eso venimos, a eso llegamos, a aprender algo nuevo a cada día y a tomar solo lo que nos pertenece en el sentido de lo que nos ayuda a crecer, a mirar y a hacer. La calle, el lugar donde Manu Chao su comenzó su vida artística, de seguro tiene las respuestas.
"Por el suelo hay una compadrita, que ya nadie se para a mirar por el suelo hay una mamacita, que se muere de no respetar Patchamama te veo tan triste, Patchamama me pongo a llorar..." ("Por el suelo", Manu Chao)
Gracias Manu, por ser parte de quien soy ahora. Gracias por dejarme ser parte de esta, tu aventura errante. Y seguimos "por la carretera", montados en este tren, un tren llamado La Feria de las Mentiras.
Giallo Ishambao. Noviembre 2005...
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