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Thursday, September 08, 2005
"Confesiones de Rubén"

y al final, solo quedo el sonido intermitente de una soledad burlona... Posted by Picasa


"Give me the reason of life, so that I might laugh...
Stop the waiting, the cruel waiting for nothing"
-Anna Varney-


Siempre ha pensado que su peor enemigo es el teléfono y más cuando está borracho. El teléfono es lo peor que un hombre ebrio puede usar en altas horas de la noche, Rubén siempre lo ha dicho y sin embargo, él lo utiliza solo cuando el alcohol le da el valor para hacer una llamada que ya no tiene caso, una llamada perdida. El teléfono en cualquiera de sus modalidades es lo primero que él busca cuando el alcohol le ha proporcionado un último trago de nostalgia y auto compasión, cualquiera que encuentre en su camino: ya sea el celular, el inalámbrico o el que está pegado a un lado del marco de la pared de la cocina.
Lo peor del caso es que las llamadas siempre resultan escalofriantes para quien las contesta, nadie llama en la madrugada a menos que sea una emergencia y comprendo que las emergencias nocturnas nunca traen consigo buenas noticias. Para Rubén siempre son gozosas, no es muy difícil imaginárselo.
Rubén entra a su casa, ya es muy tarde y con trabajos puede abrir el cerrojo, al instante se abre una puerta ruidosa y necesitada de un poco de aceite en las bisagras. Todo el mundo está dormido. Está en una transición de sueño esquina con borrachez y los recuerdos lo asaltan, lo acechan cual lobos tras un cordero. Es viernes y ha estado bebiendo desde la comida, se le antoja la caminera dentro de su casa, postrado en la “tranquilidad” de su estado somnoliento y bizarro, derrotista por completo se sirve el último tequila de la noche o el primero de la madrugada.
Derrama parte del trago sobre la barra y por casi nada lo tira con todo y caballito, por suerte alcanza a llevárselo a la boca. Inclina la cabeza, cierra los ojos y hasta el fondo, sin preguntas, sin tapujos, solo es un trago. Siente como le va quemando la garganta, se va abriendo paso por aquella oquedad desgastada hasta que siente el golpe al fondo del estómago. Solo en ese momento descansa su brazo sobre la barra, pone la cabeza en su lugar y abre los ojos lentamente, dentro de la oscuridad lo único que existe frente a Rubén es el teléfono, ahí está, parece que lo ha estado esperando desde antes de que abriera la puerta, desde antes de beber el último trago, desde siempre.
Despliega una sonrisa de oreja a oreja, se sabe maestro en el arte de beber y por nada del mundo hubiera desperdiciado esa última dosis de alcohol. Trastabilla mientras aquel trago sube de su estómago hasta su corazón enamorado. Frágil y enamorado. Entonces piensa, voltea a ver el caballito y después el teléfono, ¿será buena idea? No lo piensa más. Es un buen momento para llamarle a aquella mujer.
Comienza con Sara.
Saca su vieja agenda y busca su número. Hace años que no la ve ni sabe de ella, pero eso no importa cuando le viene el recuerdo de que alguna noche hicieron ciertas travesuras en un hotel de Tlalpan y también en su viejo Chevrolet mientras el manejaba. Se juraron amor eterno. Por fin encuentra el número, lo mira por unos segundos y dentro de su estado etílico se da cuenta de que ni siquiera es de México, el número corresponde a Chiapas, San Cristóbal para ser exactos. Pero que importa, estos momentos no se presentan a menudo y se dispone a marcar. Se tardan en contestar... tuuuuu, tuuuu sabe que es muy noche y más cuando la gente de provincia tiende a acostarse más temprano que los de la ciudad.
¿bueno? Contesta una voz adormecida, Rubén reconoce aquella voz, la misma voz que le hacía perder el habla. Ya no hay marcha atrás, Rubén se ve obligado a contestar y comienza muy decente, le pregunta por su salud, por su familia -¿cuántos hijos tienes ya, uno, dos?- Sara lo escucha salpicada de paciencia y de forma gentil le pregunta por su trabajo, por su carrera, por su vida; de pronto él ya no puede más, pierde la cordura y las ancias lo carcomen, una explosión interna se apodera de su alma y sale por su boca en forma de palabras incontenibles, de dudas sin respuestas, de ideas incoherentes y dignas de un borracho: -siempre te adoré, tu lo sabes, nunca te dejaré de querer- simplemente estas declaraciones provocan que le digan -estás borracho- e inmediatamente cuelgan la bocina.

Obstinado busca entonces el teléfono de Patricia.
Fueron compañeros de trabajo, esto solo a los ojos de todos, los viernes Rubén la esperaba en el bar de Sanborns, se tomaban unas copas, se iban a bailar y de ahí a revolcarse en cualquier hotel de paso, todo iba muy bien hasta que entró un nuevo jefe. La química fue inmediata, ella le gustó, él le gustó a ella y Rubén pasó a un segundo plano, se acabaron esos viernes de gloria y no le quedaba más que brindar en el Sanborns con su silla vacía. Rubén recuerda que la última vez que se vieron no fue de lo más agradable, ella lo mandó a la chingada. Le decía palabras cariñosas, -tu eres el único hombre que me ha marcado, jamás olvides eso- mientras se desvestía para él por última vez. En esos momentos solo le pasaba una pregunta por la cabeza, ¿cómo una mujer puede ser tan despiadada, tan fría, tan cruel? Pero en esos momentos no hay tiempo para respuestas, en ese momento solo queda gozar cada poro, cada centímetro de aquella piel, cada cabello, cada suspiro, cada gota de sudor empalmada en la lucha de dos cuerpos por mostrar un sentimiento efímero y egoísta. Marcó pues el número y esperó pacientemente. El teléfono timbró mas de cinco veces. Contestaron. Era la voz de un hombre, Rubén reconoció esa voz al instante, era su antiguo jefe. ¿quién es? Escuchó del otro lado de la línea. Rubén se quedó callado, espero unos segundos escuchando la respiración de aquella voz, podía sentir el tufo. Hola, respondió, ¿te acuerdas de mi? Nomás quería saber si seguías siendo el mismo hijo de puta que siempre has sido, -¿quién habla?, cállate... pinche maricón de mierda. Y cuelga. ¿y si tiene identificador de llamadas?, a la chingada, ya es muy tarde.
Se toma otro trago.

Hace otro intento, toma su agenda del suelo y encuentra el número de Irene.
Esa figura femenina, ese mar de tolerancia montada en un par de piernas perfectamente delimitadas, un hombre no puede pedir mejores piernas que esas. Con toda seguridad está con su hijo, no hay de otra. Rubén recuerda que la misión de Irene era ser madre. Anduvieron juntos por un tiempo aunque se conocieron de una forma muy extraña, pero finalmente todo acabó en donde acaban ese tipo de relaciones espontáneas, un beso en algún callejón. Sobra decir que también se juraron amor eterno... y a él le gustó otra mujer, no cabe duda que también nosotros los hombres somos una mierda.
Entonces se fueron a Tepoztlán, pasaron el fin de semana en un hotel bonito y nada caro y justo el último día él hizo su movimiento, era el mejor escenario para una ruptura definitiva. Aún con ella recostada sobre su pecho Rubén le dio la noticia, ella lloró, se humilló, rogó naturalmente pero no terminó ahí, ella lo amenazo diciéndole que si la dejaba tendría un hijo del primer cabrón que se le cruzara, esas palabras tomaron significado nueve meses después de aquel encuentro. Pero tampoco terminaron las cosas ahí.
Pasaron siete años y en el Inter ellos se siguieron viendo, eso pasa cuando no se sabe estar solo, lo único que se puede hacer es medianamente iluminarse la vida con el engaño de una pareja pasada, un mutuo acuerdo que nunca se acordó pero que ambas partes saben que existe y que ahí está. Rubén la esperaba a la salida de su trabajo, se aventaban unos tragos y se iban a la cama. A menudo Irene llamaba a su mamá para encargarle a su hijo.
Marcó el número y esperó, esperó y siguió esperando. Contestó la madre –mi hija ya no vive aquí, se encontró a alguien que si la quiere y se fue con él, no se moleste en volver a llamar- tu tu tu tu... fue lo único que quedó del otro lado de la línea telefónica. La voz de la justicia, o de la injusticia dependiendo de cómo se quiera ver.

Colgó y de repente se acordó de ella. Nunca me ha querido decir su nombre, él nunca habla de ella pero yo sé que es el amor de su vida. Todo hombre común siempre tiene a una mujer viviendo en lo más recóndito de su corazón y de su mente, por tanto, no le gusta que se la recuerden y tampoco le gusta evocarla, ante los demás él siempre la recordó con desprecio, pero yo sé que aún la ama y que es la única a la que recuerda con un verdadero cariño, lo veo en sus ojos, él lo sabe y yo lo sé pero ambos sabemos que a veces es mejor dejar las cosas como están.
Aún en la inconciencia del alcohol la recuerda, ella nunca supo sus motivos pero supongo que así tenían que terminar, después de todo así es como terminan las grandes historias, cada parte tiene sus argumentos y ambos son válidos.
De pura casualidad tiene su teléfono, lo busca desesperadamente y lo encuentra, él sabe que en este momento puede llamarle, tiene la valentía de enfrentar cualquier cosa, toma la bocina, marca el número, comienza a llamar, apenas dos veces timbró el teléfono cuando oye la puerta de la recámara. Es su mujer. ¿con quién hablas a esta hora? Mira como estás, eres un borracho y todavía te pones a hablar por teléfono, mejor ya vete a dormir y deja de molestar a la gente.

Desde que su mujer salió tuvo que colgar, ya no escuchó su voz.
Tal vez tenga razón, o quizá agradece que no lo descubrió. Ya en la próxima borrachera le marcará... si es que se acuerda de ella.

Cuando ocurren esas noches, lo mejor es dormir eternamente.
Giallo. Septiembre 2005...
Lo Dijo La CALAVERA 7 LUNAS A Las 7:21 PM  
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Aunque creo que nunca me llegaré a conocer por completo supongo que soy una persona sencilla, siempre le ando buscando el lado humano a las cosas aunque hay personas que creen que soy hermético, me gusta mantenerme a la expectativa de todo, creo que la vida es una aventura y no me gustaría vivirla siguiendo un mapa, mi filosofía es que en la vida te tienes que divertir, lucho a cada día por ser una persona auténtica, algunas de mis grandes fallas es que soy un orgulloso declarado y por demás rencoroso, no olvido fácilmente. Me encanta la libertad y soy amante de los momentos elaborados gracias a la virtud de una cerveza, soy algo extremista, aprendiz de todo y víctima del entorno, antihéroe despeinado y siempre con ojos de taciturno aunque sean las seis de la tarde, defensor de las causas perdidas e insaciable buscador de un mundo perfecto aunque sé que nunca he de encontrar, pensándolo bien creo que soy una persona muy compleja pero entretenida... si, creo que así soy.

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