Me siento a escribir, como todas las noches. Mientras enciendo la computadora tomo un cigarro y lo coloco entre mis labios, esta noche tengo ganas de fumar mientras se me ocurre alguna idea. Pienso y la tengo, de hecho la idea la tenía desde la semana pasada solo que no le había encontrado forma. La idea vino desde que fui al banco el viernes pasado, carajo que imagen más burda, tan poética como dantesca. Paso a explicarlo. Estaba yo el viernes esperando mi turno para pasar a una caja, cambiar cheques nunca ha sido uno de mis pasatiempos favoritos, siempre le ponen mil peros al mugroso papelito, eso me jode a sobremanera y por lo regular siempre termino peleando con el cajero y con el gerente, de hecho desde hace unos meses creo que me he vuelto un tipo algo violento, es la forma de quitarme el estrés y sigo buscando a alguien que me de una buena madriza pero algo siempre lo impide, en fin, este no es el caso. Todo iba bien, yo escuchando algo de música, recuerdo bien la rolita y creo que será la que marcará ese momento como una fotografía mental, era alguna canción rescatada de los áticos perdidos de The Doors, ahí estaba contemplando al mundo entero, me gusta mirar a la gente con la esperanza de que alguien me sostenga la mirada, a menudo invento historias y he aprendido a conocer a las personas por pequeñísimos detalles que muestran a los demás sin que se den cuenta, al parecer nadie lo nota excepto yo, es fácil cuando la mayoría de las personas pertenecen a un estereotipo bien establecido. En un banco te puedes encontrar con la gente más rara o en su defecto con la más falsa, pequeños disfraces en un baile de nunca acabar. Turno 552 y yo que tenía el papelito con cien lugares más adelante, demasiado tiempo para permanecer en un banco cuando de repente apareció ella, ahí estaba, una mujer afrodita, de esas que dan miedo de tanta belleza consumada en una sola persona, y el tiempo se detuvo, perdimos presión en la cabina. Le di una mirada de scanner malicioso por unos instantes, no lo voy a negar, sin embargo no me pareció encontrar nada nuevo, al menos nada de lo que no haya visto antes en las revistas de moda dosificadas en papel couché. Una mujer un poco alta y delgada, una figura casi perfecta, cabello rubio y una cara muy estética con un tono de nadie me merece en este mundo, una blusa con un escote prominente, pequeños tirantes sostenidos de unos hombros que daban lugar al nacimiento de un cuello largo y femenino, una cintura muy pequeña y delicada adornada en la parte trasera por un tatuaje muy a la moda, pantalones de mezclilla deslavada, justos que hasta pareciera que primero se debe untar de mantequilla para poder entrar ahí, pies descubiertos entre unas zapatillas plateadas como de vestido de noche, hacían juego con la bolsa que llevaba colgada a un lado, una mezcla entre chica grupi y habitante de condesalandia con aires de modelo en revista Vogue. Como dije antes, nada nuevo. Al menos a mi no me lo pareció, no soy de los tipos que ven con añoranza a todas las chicas guapas que le pasan de frente, de esos que gustan de las miradas desdeñosas por parte de las bellas féminas, la verdad es que lo que me agrada de ver a una mujer guapa es la situación, siempre tras de ella irán uno o quizá más de dos tipos viéndole las nalgas, babeando por ese contoneo urbano, eso es lo que me agrada de esa situación desigual. A veces hasta me harta ver a tanta mujer guapa deambulando por las calles cual zombis, con su carita de “soy totalmente pendeja” ( o palacio que para el caso es lo mismo) vistiendo su ropa bonita y esa es la causa de este escrito que en cierta forma llega a ser una crítica. No soy así, no me gusta babear ante un buen par de nalgas que eso no quiere decir que no me agraden, es simplemente que cada cosa tiene un sitio y un tiempo delimitado, y hacer de ese gusto algo público y notable se me hace algo tan repulsivo y vulgar que cada vez que miro a los hombres sucumbir ante eso temo haberme contagiado de alguna manera. Creo que por eso no me gusta ir al banco ni a los centros comerciales, no me gusta ver cosas que seguramente nunca tendré y no es por falta de capacidad, es simplemente que tengo otras prioridades. No me gusta quedarme con el mal sabor de boca, con el gusto intangible en las manos, no me gusta estar gobernado por la ley de mira pero no toques, eso se me hace algo tan zafio que mejor no miro, solo lo hago de forma natural, como quien mira al cartero o al barrendero, es ponerme a la misma altura y poder ver esa situación desde otro punto de vista, algo mas imparcial. Estoy conciente de que tengo amigas y conocidas muy guapas, extremadamente guapas pero nada más, nunca busco una conquista, no me gusta comprar problemas ajenos, al menos estoy cansado y aburrido de eso por el momento. ¿de qué le sirve a uno mirar si no se tiene el valor ni de decir “hola”? y que no me vengan a mi con que no es mirar sino admirar, porque admirar es otra cosa muy diferente a lo que veo todos los días en la calle, admirar es algo totalmente opuesto a lo que vi en el banco ese viernes. Decía pues que entro aquella mujer y todos, absolutamente todos los hombres empezaron a salivar cual perros hambrientos, imaginariamente los vi a todos como perros, eso es lo que separa a los hombres de los simios y en este caso es lo que separa a esos tipos de mi. Solo me senté a mirar el espectáculo, la mujer se movía de un la do para otro, recorrió todo el banco con el típico celular en mano, una conversación que a mi más bien me sonaba a un ego enorme, sus pasos largos con un dejo de admírenme simples mortales, sucumban ante su diosa y al parecer tuvo efecto, consiguió lo que quería. Todos cancelaron lo que estaban haciendo para mirar a aquella venus salida de la imaginación de varios, incluso los que fingían no estar mirando, a mi solo me dio risa que no traté de ocultar, después de todo solo estaba analizando ese extraño fenómeno y lo viví como nunca antes lo había hecho. El cajero no pudo parar de verla y por un segundo juro que miré en su rostro como maldecía estar trabajando en ese momento y no poder atender a lo que sus ojos necesitaban desesperadamente, el hecho de repudiarse por no ser más que el simple cajero, no podía atender a su monitor y mirar a aquella mujer al mismo tiempo, simplemente no podía y eso lo tenía desesperado, casi enojado jajaja. Hubo un tipo calvo que incluso se paró para cederle el asiento, ella por supuesto se negó, que humillante ¿cómo pueden arrastrarse así? ¿acaso se han perdido el respeto propio? Eso si que es patético jajaja. La tipa se paseo un par de veces frente a donde yo estaba parado, pero juro que no la miraba a ella, miraba a los demás y como la desnudaban con sus ojos inyectados en sangre libidinosa, supongo que al mirar su incapacidad de contagiarme de aquel veneno prodigioso, esa mujer dejó de caminar por aquél rincón. Ahora bien yo me pregunto: ¿esas mujeres estarán concientes del efecto que logran? ¿lo harán a propósito? ¿con qué fin? ¿lo desconocen? ¿lo harán solo para joder? ¿pretenden lucirse de alguna manera? ¿buscarán satisfacer su ego?. Yo creo que sí están concientes de lo que provocan y sí lo hacen a propósito, aunque desconozco los fines que tengan. A veces me gusta imaginar que mientras yo escribo allá afuera están esas mujeres esperando, jugando con los pobres hombres carentes de ideas y de visión, ¿acaso no se dan cuenta de que todo es un juego? Porque realmente y vuelvo a lo mismo, todo es una lucha de poderes. Solo pensemos por un momento ¿qué le gusta a la mujer? ¿qué busca? Es simple, busca sentirse deseada, querida, busca ser el centro de atención en todo momento pero cuando no lo logra se frustra y trata de ocultarlo con el desprecio hacia esa persona que no la nota, que no la sabe de esa manera. Me hice de una nueva analogía para tratar de explicar esta teoría, las mujeres son como los grandes espectaculares, buscan llamar la atención para venderte algo que no necesitas realmente, la mayoría de las veces lo consiguen pero cuando no lo logran, esa publicidad sirve de nada, es algo parecido. Todo es cosa de ser un poco más versátil, de ser un profesional en las propias palabras de Pazos, cuando uno se da cuenta de el juego en el que estamos metidos es entonces cuando la cosa se vuelve más pareja, entiendes cuales son las reglas del juego y cual es el propósito, el hecho de sucumbir al otro, el hecho de gobernar y ser gobernado con parsimoniosa armonía, pero los pobres hombres no saben de esto y es por ello que, y lo digo con mucha desilusión, las mujeres terminan por ganar el juego la mayoría de las veces. Caramba, si yo hubiera tenido ese conocimiento dos años atrás quizá no estaría escribiendo nada de esto, por desgracia apenas lo aprendí y por desgracia también el precio de ganar es la soledad, al menos en nosotros los hombres. Yo no estaría solo si me permitiera gobernar por alguna mujer guapa, una que me exprimiera el mucho o el poco dinero que tengo, el pagar por un servicio que ni siquiera está completo pero mis principios me lo prohíben, al menos la soledad me deja un sabor de tranquilidad. Pienso que esas mujeres frívolas lo hacen para tapar el sin sentido de sus huecas vidas, porque no se llenan con otra cosa, desesperadas por encontrar un milagro de poder, o al menos esperanza porque la han perdido desde hace mucho tiempo. ¿de qué les sirve ponerse tan guapas si no pueden contener esa pared inaccesible? Lo razonable sería atraer a los hombres para conocer a cada uno, sin embargo, es solo una trampa, un truco que utilizan para mostrar su grandeza, el lujo de despreciar con una mirada, ni siquiera con un no, solo con la mirada. A lo que me refiero es que una mujer es más que un cuerpo, es más que el físico y todo lo banal que representa, sin embargo, esto no parece válido sin que ni siquiera una mujer lo tome en cuenta, a veces ellas mismas reducen su imagen a eso, solo la connotación sexual y ante eso no se puede hacer mucho, esa es la verdad sobre las mujeres afroditas o al menos lo es para mi. Suelo pensar que es por esa razón que existen hombres jorobados, no es por alguna deficiencia física, es más bien porque están agradecidos de que alguna vez una mujer afrodita los miro directamente y quizá hasta les regaló una sonrisa, entonces su manera de eterno agradecimiento es esa, mirar hacia el suelo como gesto de nobleza y redención. Alguna vez me puse un viaje con un amigo antes de dormir, el incrédulo me preguntó ¿enserio no les ves las nalgas a las viejas? Su comentario me pareció tan bodrio y fuera de lugar que solo le contesté con una risa socarrona, le dije buenas noches y apagué la luz. alguna noche perdida de agosto 2005. Giallo... |
http://www.youtube.com/watch?v=lO0Rytsqvrg
video de "totalmente pendeja"