El otro día creí tener mi vida resuelta entre libros y fajitas de carne bañadas en salsa BBQ, creí haber conseguido unos minutos de paz entre canciones del rey lagarto y un porrito alucinante, pensé que todo estaba bien mientras veía las estrellas y el cinturón de Orión desde el punto más alto en mi azotea, me dio la impresión de tener resuelto todo mientras veía hacia el horizonte buscando algún punto exacto en el sur... pero todo eso cambió en cuestión de minutos-horas, el tiempo preciso que dura un sueño. Alguna vez la calavera soñó un lugar en el que todos sus puntos cardinales se minimizaban en uno solo, sus cómplices se situaban en un solo sitio y ya no tendría que buscarlos más, un sueño canábico en el que los colores se convertían en días y los días en países, un sueño en el que calavera podía recorrer tantos países como gente había en cada país.
................
y de repente, de la nada, aparecías tu.
...............
nuevamente desconfigurando mi mundo.
.............
entonces reflexioné.
No he hecho nada de mi vida y seguramente nunca lo haré puesto que no sé hacer nada, el verbo “hacer” repetido muchas veces en una sola frase nunca puede ser bueno. Aparecías como siempre apareciste en la vida real, de hecho, no podría asegurar que fue un sueño si no me hubiera levantado nostálgico a la mañana siguiente, te veías tan real, tan inmisericorde, tan humana, pareciera que nada había cambiado. Y de repente los cómplices se iban, los colores se transformaban en un tono grisáceo único, los puntos cardinales se mútiplicaban por mil y solo estabas tu, tu, tu y sólo tu. Y aparecías tu, con tus besos tan amargos como la cocaína, con el cabello despeinado y punteagudo, con tus ojos grandes y despiadados, con tus manos frías y delgadas, blanquísimas. Vestida de negro y tus pantalones de mezclilla desgastada, la perfección envainada en tenis maltratados por el tiempo, pero no me decías nada, solo estabas ahí, examinándome como siempre, calculando cada una de mis palabras, cada uno de mis movimientos pero sin la menor intención de tenderme la mano, pareciera que buscabas la menor equivocación de mi parte, incluso puedo pensar que eso te hacía feliz, el hecho de que me equivocara. Pero esta vez fue diferente, yo ya no era el mismo, ahora tenía el valor de encararte, tenía las fuerzas para enfrentarte. Tus manos ya no tienen esa forma de hacerme daño. Pero cuando caminé hacia ti te alejabas en la misma proporción, nunca pude alcanzarte antes y no puedo hacerlo ahora (¿qué significa eso?) tan cerca pero a la vez tan lejos. Quizá siempre fue esa predisposición tuya y ese temor mío, quizá eso es lo que significa la distancia en mi sueño.
...........
y cuando desperté me volví a sentir triste por un momento, “La Traviata” sonaba en el reproductor y eso me consoló un poco, aunque no desvanecía tu imagen por completo, aún te recuerdo como una imagen desenfocada entre bolutas de humo blanco: sé que no lo soñé, sé que eras tu. Alguna vez alguien le dijo a calavera que los sueños no son más que deseos reprimidos, a partir de hoy comienzo a sospechar que si, en cualquier caso conozco una frase que quedaría excelente para este momento: “hasta en sueños te me has negado” Ahora solo queda esperar otro sueño púrpura y caótico, otra oportunidad para enfrentarte mientras Enrique Bunbury me escupe a la cara estribillos irónicos entre tragos de cerveza.
Y apareciste tu, con tus besos tan amargos como la cocaína.
...Y al final te ataré con todas mis fuerzas, mis brazos serán cuerdas al bailar este vals. Y al final, Quiero verte De nuevo contenta, Sigue dando vueltas Si aguantas de pie.
Y al final... último sueño de un Giallo I. Febrero 2006
|
Solo le quiero decir que lo que escribio y el articulo que me envio me sirvieron un buen.