CAPITULO I
"Después de todo, el borracho es antes que nada un humanista. Quiero decir que su borrachera puede ser una manera de conocerse a sí mismo, de ampliar el horizonte de su saber." Jerzy Pilch
Se hartó de perseguir sueños inconclusos, noches malgastadas esperando a alguien que dentro de sí, siempre supo que no iba a llegar. Rodrigo cuenta las horas faltantes para que amanezca, los segundos que se detienen dentro de su reloj barato imitación Rolex, continua caminando sobre insurgentes, mirando putas declaradas mientras piensa que su vida la ha tirado por la borda. Hace meses que intenta escribir algo nuevo pero no encuentra las frases que apuntalen sus ideas, Rodrigo es un intento de escritor según sus propias palabras, da clases de literatura en alguna universidad de paga, sus bastos conocimientos sobre escritores latinoamericanos son desperdiciados mientras intenta explicar la literatura de Neruda a las chicas del Pedregal. Todas las tardes regresa a su departamento para calificar exámenes y ver una buena película de vez en cuando, su departamento es frío, huele a humedad, es viejo, de esos departamentos enormes situados en el centro de la ciudad, las ventanas dan a ninguna parte y las paredes se caen de olvido. Todas las tardes se toma un café mientras intenta seguir escribiendo el capítulo siete de su novela, todas las tardes a excepción de los viernes que sale en busca de algún bar para tomar un trago y descargar el estrés de la semana. Este viernes no es la excepción y entra en el colectivo que lo llevará a la avenida Insurgentes. Es una lástima que su volkswagen no circule los viernes. Se sienta pegado a la ventana y mira correr las gotas de lluvia mientras dibuja figuras de vapor sobre el cristal. Mira como todo mundo se resguarda de la lluvia y piensa en Alejandra, su ex mujer, por momentos cree mirarla en cualquier otra mujer con el corte de cabello parecido al que tenía ella, las cosas no resultaron bien y algunas noches él sigue buscando las respuestas en la sal. Podría ser que tenían mucho en común o quizá pertenecían a mundos totalmente distintos y lejanos, finalmente ella se fue con su jefe, un corredor de bolsa con un Mercedes Compresor. Alguna vez Alejandra y su jefe habían sido pareja, el argumento de ella era que aún lo amaba aunque Rodrigo aún se pregunta si lo amaba a él o a su dinero. Es una duda insana pero existente. Para cuando baja del colectivo su imitación de Rolex marca las 9:10 pm, camina algunas cuadras y la lluvia torrencial se ha convertido en apenas una brisa, algunas gotas caen sobre su saco viejo color gris y los charcos de agua se le han subido a los pantalones de mezclilla deslavados. Entra a “El diván de lo prohibido” la cantina parece amena, algunos oficinistas están ahí y las mujeres que atienden las mesas son agradables, se pide un ron y mientras la mesera se lo trae Rodrigo saca un desgastado cuaderno de notas, hace algunos apuntes tratando de divisar minúsculos detalles sobre su entorno, quizá para escribir el capítulo de su novela, quizá sólo sean notas de su diario. Saca su cajetilla de cigarros, enciende uno, lo fuma lentamente y suelta el humo hacia el horizonte, la mesera regresa con el trago, esboza una leve sonrisa para ganar su propina y se retira a atender otras mesas. Rodrigo la mira alejarse, la estudia lentamente y bebe un trago de ron, le ha encontrado un parecido a Alejandra, seguramente es el corte de cabello, aunque el rol de mesera de cantina es el último que interpretaría su ex mujer piensa sarcásticamente Rodrigo. Aún así le gusta mirarla, le gusta pensar que es Alejandra la que está parada frente a él, le gusta pensar que es Alejandra la que le sirve un trago y otro y otro, le gusta pensar que es ella quien ahora le ha tomado importancia, que es a ella a quien este escritor le ha dejado de ser indiferente. Pero Rodrigo sabe que el amor se ha olvidado de tipos como el, tan insolentes al descaro de vivir, él sabe que ha perdido la capacidad de amar o al menos la de volver a enamorarse, sabe que la derrota la lleva a cuestas y que ya no le calienta ni el sol de enero, sabe que por las noches sus dientes chillan cual si masticara botellas, que le llueven cristales por las tardes mientras se imagina caminando descalzo junto a Alejandra que va desnuda, cada vez más solos rodeados de gente. Pero súbitamente su pensamiento se ve interrumpido por un grupo de jóvenes que entran a la cantina, sus poemas son paralizados por imágenes burdas, por clichés de jovencitas desgastadas en estar a la moda. De entre todas ellas alcanza a divisar a Fernanda, una chica de la facultad que le ha estado coqueteando por los últimos tres meses, ella también lo identifica detrás de ese vaso de ron que ocupa la boca de Rodrigo, el la ve acercarse detrás del humo del cigarro, ella se sienta en su mesa y lo saluda con sorpresa, a veces el destino es caprichoso, ambos son tan distintos y quizá por eso deban convivir juntos por esa noche en ese lugar. Hace exactamente tres meses que han estado apareciendo recados en el parabrisas del volkswagen color rojo de Rodrigo, recados anónimos con confesiones de un amor verdadero, Rodrigo siempre ha sospechado de Fernanda desde que ella le coquetea y le enseña las piernas en clase mientras el habla con la misma elocuencia de Jaime Sabines. Rodrigo nunca se ha atrevido a llamar al número telefónico que apareció una vez en uno de esos recados anónimos junto a las palabras “llámame por favor”, él nunca ha sido tan atrevido, además le gusta el suspenso y claro está, los recados sólo los toma como una broma o un simple amorío de una alumna suya que cree sentir algo por él. Por esa noche en la cantina todo ha terminado en buenos términos, el está un poco borracho y Fernanda se ha mostrado desinhibida al final de una ronda de tequilas, han ido al callejón de al lado a finiquitar lo que comenzó con simples coqueteos, sin embargo, Rodrigo no ha ofrecido llevarsela a su departamento por precaución a no enrolarse en problemas sentimentales, se ha limitado a llevarla a su casa en Polanco, abordan un taxi, se despiden con un beso y ambos saben que a partir de ahora jugarán un juego de complicidad, el menos por un año más, para después Fernanda descubrirá su verdadera orientación sexual y se enamorará de Ana, su profesora de filosofía. Entonces, cansado de tanta falta de estupor, cansado de tanto andar, Rodrigo regresa a su departamento con el mismo taxista que intenta hacerle la plática, Rodrigo solo contesta con monosílabos, está demasiado cansado para pretender que le interesa hacer relaciones públicas sin fin alguno. Son las cinco de la mañana y hace un frío insoportable, tiene ganas de coserse a la cama pero sabe que le quedan apenas tres horas para que regrese a la escuela a su clase sabatina de literatura contemporánea. Duerme un par de horas, despierta y se toma un baño para salir de ese estado de letargo, un par de ojeras le cuelgan de los ojos y se desayuna un cigarro mientras se viste y acomoda su corbata. Hoy circula su auto por suerte. Después de cuatro horas sobre el análisis de las novelas de Alice Hoffman la clase termina, Rodrigo baja a la máquina expendedora, introduce algunas monedas y la máquina le da a cambio un café americano, son las doce con quince y el día es algo frío, el sol no sale completamente y las tonalidades grises en el cielo se reflejan en los moribundos charcos de agua sobre el asfalto. Camina por el estacionamiento de la universidad, escucha sus propios pasos y el frío le roza la nariz mientras busca las llaves del volkswagen en el bolsillo de su saco, se encuentra totalmente solos, un grupo de alumnos deja escapar unas risas a lo lejos, lo demás son sólo árboles y aparcamientos vacíos. Al llegar al auto, introduce la llave y un nuevo recado anónimo roba su atención, lo quita del limpiaparabrisas y desdobla el papel bond, la nota dice: “gracias por todo, discúlpame, no volveré a molestar” la tinta se corre un poco por las gotas de agua sobre el papel, Rodrigo no puede evitar pensar en Fernanda y en lo sucedido la noche anterior, mira a su alrededor tratando de buscar un atisbo de la autora del recado pero nada, no hay absolutamente nadie. Se limita entonces a tomar su maleta, saca un el viejo cuaderno de notas y apunta la fecha en que encontró el último recado anónimo, -hoy es sábado 22 de julio del 2006, son las 12:32 de la tarde, la hora y fecha exacta en que encontré el último recado...- entonces guarda la nota en una bolsa dentro de la maleta junto a las otras notas anteriores, entra al auto y saca un cigarro de la bolsa interna del saco, lo enciende y se queda pensando en lo vacío de sus recuerdos, en la radio suena bésame/ bésame mucho/ cómo si fuera esta noche la última vez... Rodrigo piensa paradójicamente que quizá anoche fue la última vez, no le queda más que besar las sombras que se forman en su recámara, fotografías que alguna vez tuvieron un lugar en su vida y quizá, con un poco de suerte, aún tenga un par de sueños en los que camina junto a Alejandra desnuda, desprovisto de musas y descalzo de poemas baratos, cada vez más solos rodeados de gente. Imaginado por Giallo I. Agosto 2006... |
"QUe tengo miedo a perderte, perderte despueeeees...."
asi es, cada vez nos pirateamos poemas baratos (y no tan baratos) de donde podamos... que chido no??
saludos! buen tecsto