Este año no hubo pasteles de cumpleaños, no hubo velitas derramándose sobre el merengue ni canción de las mañanitas. Este año solo hubo algunos abrazos de reconocimiento y felicitación y solo tres llamadas para decir “felicidades”. Cabe mencionar que dos de esas llamadas fueron de larga distancia internacional, sin embargo, no siento que sea algo que se deba presumir con orgullo. Solo tres llamadas. Tres.
Repito, no es reproche ni queja ni nada, es quizá la comparecencia que me tengo y que les tengo, es también la más clara prueba de que día con día y año con año todo se va cada vez más a la mierda.
Puede ser el resultado de mi forma de ser y de pensar, quizá puede ser la colisión de que todo el mundo esta en el abismo, a la nada de colapsar contra todos, lo único que se es que de seguir así vamos a terminar siendo nuestros peores enemigos. Yo ya comencé este proceso, soy un mutante, una especie de híbrido invertebrado de corazón y sentimiento favorable alguno, me siento igual al soldado que pelea contra todos sin saber por qué, igual al soldado que nace, vive, mata y se muere viendo morir.

Y desperté y de repente caí en cuenta de que no soy nada trascendente en lo que amo, mi problema es que solo hago el 3% de todas las cosas que se me ocurren, no me encuentro bien para ser un tipo emprendedor, la verdad es que ni me apasiona serlo, me apasiona más escuchar el Nessun Dorma de G. Puccini mientras permanezco tumbado en la cama viendo la lucha libre.
Creo que tampoco soy una buena persona, no recuerdo las fechas de cumpleaños de nadie y lo mismo me da llamarlos o no hacerlo, aunque muchas veces opto por no hacerlo. No siempre fue así, hasta hace 2 años me daba por colmar de regalos y buenos recuerdos a los que me rodeaban, de a poco entendí que así no era la dinámica, matemáticamente el afecto que demostraba era inversamente proporcional al recibido y hasta este momento la ecuación funciona más de esta forma.
En este momento no me he fijado de nadie, no he hecho nada por nadie y en cierta forma me encuentro más tranquilo y menos agotado, apenas el domingo me dio por pelearme en la cancha cuando un tipo desafiantemente me amenazó con patearme en el juego; “aquí estoy, más vale que me jodas porque de lo contrario el que te va a joder soy yo, a la mierda contigo!!!” le grité. Al final prefirió salirse, y yo que ya estaba preparado.

Que después de mucho pensarlo no encontré un motivo aparente para festejar mi cumpleaños número 25, no hay nada que celebrar. Solo se puede recordar que ya llevo todos esos años de tirar la vida y el tiempo a la basura, de despedirme de murales que alguna noche dibujé, de arrugar sueños y tirarlos como a un papel en blanco, como a una hoja con una mala idea.
No encajo con el modelo de nadie, demasiado peligroso para esta sociedad rosa, me hace falta más agua del grifo para quitarme las legañas, me hace falta una cuchara para poderme alimentar a cucharadas de la oscuridad de tus ojos.

Esto no es más que una mala aproximación de el tipo de persona que deseaba ser, es tener las manos vacías y llenas de ampollas, odiarme y odiar a las mujeres que fuman como putas, con las piernas cruzadas, el cigarro en la mano con la muñeca apuntando hacia el cielo y echando el humo impulsado hacia arriba, como apuntando a los ángeles de la soberbia, como queriendo alcanzar el placer de la frivolidad.

Este año no hubo pasteles de cumpleaños, no hubo velitas derramándose sobre el merengue ni canción de las mañanitas. Este año solo hubo miseria, decepción y mentira. En conclusión puedo resumir que este año no ha habido más que tristeza, cuatro abrazos y un regalo de cumpleaños. Un disco doble de Mano Negra.
Ahora solo me hace falta un auto, una carretera y un amanecer.

Giallo I. Se de quien se ha vuelto loco de esperar.

Mayo 7. 2006...